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Mostrando entradas de 2014

Fragmentos de un "me voy"

Partiré en estos días a otras latitudes donde las reglas parecen ser más claras respecto a mi enfermedad y las ayudas ante mis limitaciones. Le apostaré con prevención al Estado benefactor, al discurso de la igualdad y los derechos, al montón de cosas que son tan diferentes en este trópico diverso. Me he movido en un balanceo que produce cada vez más vértigo, entre odiar a la gente por sus afanes, exceso de trabajo, afición al dinero, desinterés, inseguridad... ceguera. O quererle con compasión, apreciar el mínimo esfuerzo, los pequeños detalles, la compañía efímera, las preguntas y algunos abrazos. He aprendido a llorar sola, anhelando una compañía distinta a la de mi familia incondicional, refugiándome en mi meditación y admiración por este cuerpo que quiere sanar como sea. Y ha fluido el llanto en compañía, con la alerta de no sentirme víctima, sin bajar la guardia porque... no me puedo dar esos lujos. Comprendí que necesitar amor no es lo mismo que necesitar a alguien y me enfoco

3AM

Usualmente duermo profunda, sobretodo en los días de trabajo, cuando llego agotada por el esfuerzo físico. Es un sueño reparador, de descanso, que me vence rápidamente mientras leo o veo televisión. Es un sueño que disfruto, aunque me ha impedido volver a cine de 9 (menos mal está el de 6), pegarme a los planes de fiesta o charlar hasta muy tarde. Son contadas las ocasiones en que hago alguna de esas cosas, esas cosas que se dejan de hacer por la enfermedad. Hace poco me arriesgué de nuevo a un plan de baile y socializar. Confieso que en mi condición todo se vuelve acontecimiento, placentero o no, pero acontecimiento y es extraño lidiar con eso. Siento ansiedad al prepararme, insegura por qué ponerme, me canso, sudo, con los cambios de ropa y la lucha mental contra ese pensamiento que me grita "quédese en casa, usted tiembla, eso no es para usted". Al pasar los minutos me siento fea y bonita 500 veces, y comienzo a extrañar lo que fui (otro de los juegos de mi mente). Arries

"Nada de lo que me he propuesto, ha llegado a feliz término"

"Nada de lo que me he propuesto, ha llegado a feliz término", frases aludiendo a esa idea van y vuelven en los días más difíciles. Mi pensamiento necio recapitula un montón de momentos en los que mis deseos fueron tan fuertes como la decepción de no verlos hechos realidad. Es una profunda tristeza que me ha acompañado desde niña. Cuánto quise ser querida y aceptada entre mis amigas y amigos de infancia pero era tan distinta e insegura sin saber porqué. Cuánto quise estudiar mi carrera con la comodidad que lo hacían mis amigos y amigas de barrio, sin pensar en deudas, pagos, trabajos y esas cosas de adultos que se supone llegan después. Cuánto intenté que funcionaran esas relaciones fallidas y cumplir ese sueño de pareja, hijos, proyectos, en fin. Cuánto anhelé terminar mi Maestría, ojalá con honores, con escritos apreciados. Cuánto desee esos viajes. conocer más y más y disfrutar esa sensación liviana que me da lo nuevo, los espacios, las personas, lo sencillo. 32 años desean

Mis oscuros olvidos

Estos días anduve tan llena de dudas que sentí que me hundía en un pozo oscuro, sin fin. Dudas de mi fortaleza, de la claridad, del amor... estuve atrapada, ciega, con mi cuerpo agotado llenándose de enfermedad, devorando mis esperanzas y regurgitando dolor y cansancio. Agotada me repetí algunas veces que no quería seguir. Me sentí abandonada, vacía de esa energía vital, claridad, "Dios". Lejana, sola. Yo creo que much-s han recorrido esos espacios oscuros, un-s de formas más intensas que otras, pero siempre tan tristes y desoladas. Sin embargo, (amo la dualidad que marca esta palabra) sentir mi humanidad y finitud de forma tan profunda, comprender que a la final no controlo nada, mirar atrás y notar que la dificultad acompaña mis pasos, me libera. Y vuelvo a buscar estar tranquila, a reactivar mis conversaciones con esa fuerza universal, todopoderosa, para ofrecerle mi miedo y mi dolor, y dejar todo en sus manos. Dialogar de nuevo para aceptar equilibrada lo que viene, ag

De la sexualidad de la gelatina

Negación. Hablaré como si no existiera. Una sexualidad temblorosa, negada. ¿Ves este cuerpo?, ¿es deseable? Sí. Pero tu lástima de moral burguesa nubla tu deseo, lo vuelve culpa, lo oculta y mejor sonríes con simpatía. La mujer, el cuerpo enfermo es tan real que su sexualidad está mejor nula. Pensarla es trauma, amarla es tonto. Aceptación. La nombro: sexualidad de la gelatina. Prototipo de algo que parece irreal. Pero existe, está frente a ti, con su aroma, su piel, su boca, sus senos, vientre, caderas. Se alimenta de virtualidad, se regocija en sus ficciones, se mueve. Mucho. Demasiado. Transgrede el miedo, las lógicas dominantes, resignifica sus versiones de feminidad-masculinidad. Es poesía, sonrisa. Se ama infinitamente. Da amor y recibe amor. Cree en ella porque el universo está dentro suyo y ella dentro del universo. Es magia. Créelo. A mi manera

¿Dios?, ¿raro?, ¿huérfano? más allá de los dilemas del nombrar

Enfermedad. Aquel recordatorio constante de mi corporalidad, de que soy materia, finita, a veces frágil, otras sorprendentemente resistente. Materia, realidad, que me lleva paradójicamente a pensar en energías, espíritu, abstracciones que antes eran secundarias. Mi lugar-no lugar, el pliegue en el que me muevo libre, es el juego del nombrar. ¿Cómo llamar eso que me impulsa a sonreir, a apreciar la quietud, a meditar tranquila en soledad?, ¿cómo definir aquello que llena mi corazón y me acompaña en los días y noches que quiero darme por vencida?, ¿cómo expresar con palabras esa fuerza que hace que me arriesgue y acepte lo que venga?, ¿Dios, claridad, universo, amor? No importa, nómbrenlo como quieran... Pero, como manifestación de mi dualidad, también reivindico el poder del nombrar. Mi lugar ambiguo me permite hacerlo, porque en esta frontera puedo ser o no ser, como espectro, y puedo dejar de nombrar y también darle nombre a las cosas en mi realidad situada. Mi enfermedad es rara y h

Viendo personas de hace rato

Ayer volví a ver a amigos y conocidos que pasaron por mi vida hace rato, algunos sin dejar marca, otros calando en mi memoria y mi corazón. El reto por supuesto, fue que me vieran en mi nueva condición. Temblorosa hablé un rato de mi, de mis estrategias para seguir viviendo. Como observadora estuve atenta a los pensamientos y las sensaciones físicas y emocionales que me producía tal acontecimiento.  En principio encaré con tranquilidad mi "no futuro" e incertidumbre, tan lejanos de sus matrimonios, planes de hijos, estudios, viajes, autos, compras. Disfruté de mi diferencia con decisión, aceptando mi destino porque, para qué voy a mentir, por más que lo intenté, la "normalidad" siempre me fue incómoda y hoy comprendo que me siento feliz rompiendo esquemas. Siendo al tiempo mujer-no mujer, enferma-no enferma, aprendiz-maestra, amante-amiga. Me transporté a esa época, como una visitante que recorre caminos conocidos pero los percibe distinto. Nunca vemos igual los lu

Las cosas que arrugan el corazón

Hoy me dispuse a dejar a un lado el miedo y escribir a mis amigas y amigos ofreciendo mi trabajo. La pensión sólo me permite trabajar por prestación de servicios y así será para toda la vida. Tengo sentimientos encontrados al ver en juego mi juventud, mis sueños y sobre todo lo que más amo hacer en la vida: la docencia universitaria. Por eso en esta entrada me voy a permitir hablar de lo que arruga el corazón. Ver a mi alrededor y encontrar tanto miedo en las personas me impacta, tanto miedo a ser felices. Yo soy feliz, en mi presente, y no tengo nada de lo que se asocia con esto. No tengo una pareja, no tengo posesiones materiales mas que mi cama, mi tele, mi celu, mis libros y este compu, no tengo un salario ni ahorros y se diría que al estar enferma, tampoco tengo salud. Pero es que saben... todo este proceso solo lo he podido llevar apreciando lo que tengo: mi cuerpo, mi mente, mi espíritu. No niego que anhelo el calor de alguien en mi cama, ¡no saben cuanto!, el tener comodidades,

Pensionada a los 32, ¡ni de fundas!

Esta semana vino  un nuevo miedo para enfrentar: el miedo a las escasez.  Primero, los hechos brevemente: Soy paciente con la ENFERMEDAD DE WILSON que está clasificada dentro de las ENFERMEDADES RARAS o HUÉRFANAS. Cumplí los 180 días de incapacidad con la Entidad Promotora de Salud (EPS) y eso en Colombia, implica realizar un trámite específico con mi Fondo privado de Pensiones. Para iniciar ese trámite, la EPS me calificó como “DESFAVORABLE” en la cita de Medicina Laboral, asumiendo que los síntomas de mi enfermedad (un fuerte temblor de manos) no desaparecen.  Ese dictamen me implica gestionar una pensión y ser excluida del mercado laboral. Sin embargo de acuerdo a lo que me ha indicado mi neurólogo particular, especialista en Desórdenes del Movimiento, en el caso específico de esta enfermedad, con el tratamiento adecuado que estoy siguiendo desde hace 6 meses, el temblor de manos desaparece en el 100% de los casos. Es decir que con la medicina y las terapias yo ME VOY A

¿Es el cielo el avión?

El avión. Vuela el avión. Yo en el avión. Vuela. El avión. Pero aunque vuele, ¿Es el cielo El avión? Avión… o cómo hablaba él a solas como si recitara un poema |  un cuento de Haruki Murakami Hoy con mis manos temblorosas y una sonrisa en el rostro me pregunto si salud es ausencia de enfermedad. Si enfermedad es solo esa manifestación física que nos produce malestar. Si estar saludable es lo normal y aceptable. ¿Qué ocurre entonces conmigo? Hoy, con mis manos rebeldes, mi caminar extraño, mi memoria torpe, mis días llenos de citas médicas, pastillas y terapias, me siento feliz y plena, como nunca en mi vida. Hoy, comprendo el amor ( o la hamora ) por fin, la libertad frente a lo incontrolable, mi insignificancia en este universo y sin embargo, la ansiedad aparece cada vez menos y el respirar la aplaca. Antes creí que conocía el amor, que tenía salud, que era feliz. Antes, volaba en el avión, creyendo que estaba en el cielo. (Aunque a veces sospechaba... menos mal :) ) Inspi

Ciudad Gigante

Suelo sentir su aliento de bestia gigante con lenguas rojas motorizadas que me engullen en el tumulto de gente y yo, tan frágil, vulnerable. Respiro profundo y me lanzo a esa corriente sin que mis pies encuentren el suelo. Esta ciudad me intimida a veces, y tiemblo, tanto. Alguien me mira y me hace señas, abre espacio entre el río de gente y pide una silla. Me siento, respiro, sonrío y vuelve a mi la confianza, en mi y en el mundo. Pensar que antes peleaba con ese monstruo sola. Me disponía digna ante sus retos. Su transporte, sus calles y edificios, su basura, sus errores, sus rutinas, su desamor, su día a día implacable. Hoy me descubro tan vulnerable y la siento tan cerca que me duele a veces. Sus retos me atropellan, sus lógicas, su velocidad, sus pasados, sus futuros me exceden y me invade una impotencia tan grande... ¿Qué hago?, me pregunto. Entonces, las respuestas llegan tan amorosas. En una sonrisa, un gesto de ayuda (la pida o no), un "¿cómo estas?", una llamada