Estos días anduve tan llena de dudas que sentí que me hundía en un pozo oscuro, sin fin. Dudas de mi
fortaleza, de la claridad, del amor... estuve atrapada, ciega, con mi cuerpo agotado llenándose de enfermedad, devorando mis esperanzas y regurgitando dolor y cansancio. Agotada me repetí algunas veces que no quería seguir. Me sentí abandonada, vacía de esa energía vital, claridad, "Dios". Lejana, sola. Yo creo que much-s han recorrido esos espacios oscuros, un-s de formas más intensas que otras, pero siempre tan tristes y desoladas.
Sin embargo, (amo la dualidad que marca esta palabra) sentir mi humanidad y finitud de forma tan profunda, comprender que a la final no controlo nada, mirar atrás y notar que la dificultad acompaña mis pasos, me libera. Y vuelvo a buscar estar tranquila, a reactivar mis conversaciones con esa fuerza universal, todopoderosa, para ofrecerle mi miedo y mi dolor, y dejar todo en sus manos. Dialogar de nuevo para aceptar equilibrada lo que viene, agradecer lo que ha llegado y atraer lo que quiero. Sí, lo que quiero. Porque mis charlas son horizontales, sin preceptos morales, dinámicas, flexibles, amorosas. A veces se me olvida esa sencillez y abandono mis bonitas prácticas de meditación, oración, conversación. Me desenfoco buscando lo que no hay, sin ver los aprendizajes. El olvido de lo que me beneficia hace parte de mi humanidad... de la de tod-s... Recordarlo me cuesta a veces mucho llanto, pero este me limpia aunque me lleve a a las tinieblas. Estar en esa oscuridad me ayuda a ver de nuevo la luz. Primero difusa y luego, cada vez más clara. Ahí voy...
Hay estas hija en tu búsqueda infinita, solo tuya, te amo.
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