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Mostrando entradas de 2013

2014 sin espera

Para este 2014: - No sé si vuelva a escribir a mano. - Hacerlo en el teclado seguirá siendo una odisea. - Me seguirá costando bailar. - Ni idea cuando volveré a trabajar. - Menos idea si habrá cuando pueda hacerlo. - Necesitaré siempre ayuda de otros. - Tomaré cocteles... pero de pastillas. - Me dolerán los músculos y los huesos. - Caminaré raro y temblaré. - El resto será incertidumbre... Pero saben... se siente bien. Porque como dice Nina Simone: ¡Tengo vida! :) Que el amor y la salud los colmen, abrazos de gelatina. http://www.youtube.com/watch?v=E4mbLt2aEMk

Navidad extraña Navidad

Hace unos años, decidí aceptar la navidad como un ritual importante en mi vida. Comencé a disfrutar las novenas como un encuentro alegre con la familia y gente querida, la compra de regalos como un momento de dar detalles significativos y de prueba de mi capacidad de conciencia sobre el mundo en el que vivo cuando toman fuerza los impulsos consumistas. Me he interesado por conocer, bailar y compartir la música de nuestro trópico que se escucha en estas fiestas. Procuro saborear cada bocado de los postres y cenas y he disfrutado cada saludo, abrazo, beso con gran intensidad. Este año ha sido difícil mantenerme sonriente, lo confieso. He escapado con excusas a los encuentros familiares y he abordado otras reuniones como escapes de mi misma, algo excesivos. Me siento rabiosa casi todo el tiempo y decepcionada hasta del clima. Me lo he permitido con tristeza aunque logro disimularlo a veces. Me digo sin embargo, "esto ya pasará". Sí. Pasará. Fluirá la mejora y mi vida tendrá nu

La melancolía de esta diferencia

Tener una enfermedad genética es encarnar una diferencia abrumadora. La brusca manifestación de lo complejos que somos. No sólo en ese universo intrincado de cromosomas, códigos y genes, sino en nuestras formas de relacionarnos. Es encontrarse con que toda la vida encarnaré la rareza, ese punto de atención o ese algo incómodo y lejano que puede ser ignorado.Los roles se trastocan y los compendios sociales establecidos se tornan difusos. Amor, amistad, tienen sentidos curiosos. Los límites que les definen comienzan a ser transgredidos todo el tiempo. Pero también hay miedo y una soledad tan profunda que se traduce, en los días grises, en romper en llanto y pedir: "Quiero ser normal. Quiero un matrimonio, una familia. Ser una persona común y corriente. Estable, llena de rutinas". Sin embargo, suceden también epifanías. La diferencia abrumadora ha estado conmigo toda la vida. No solo en esa mutación diminuta que varía mi cuerpo y descontrola hoy mis movimientos, mi carácter y mi

Del cuerpo olvidado

El baile se me dificulta ahora. Mis frustraciones se concentran en la mano derecha que tiene su compás propio. Una práctica que solía relajarme ahora debo resignificarla. Replantear aquello de "hacerla bien", distensionar cada músculo mientras se construye el "qué dirán" ante mi coreografía amorfa. Mi sexualidad parece estar en pausa. El deseo se oculta mientras mi piel se sumerge en un estado de anestesia. Ya no son comunes los besos eléctricos, las mariposas en el estómago. Predomina la timidez y la tendencia a dejar el asunto a un lado. Comienzo a darme cuenta que los aprendizajes se dan muy desde lo racional, marcando una división cuerpo mente que sé no es cierta. Mi mente sigue convenciéndose, pero el cuerpo va quedando rezagado, lleno de miedos. Extraño los días en que el deseo era más fácil de desatar. Es extraño porque lo siento como un fantasma que me recuerda algo a lo que no quiero regresar por las tristezas que me generó a veces, pero al tiempo me ll

Para lidiar con los imprevistos, hay que aprender a moverse en la incertidumbre.

Cuanta inseguridad puede traer cada barrera que identifico. Y me embarco entonces en la tarea titánica de transformar la sensación de frustración desde adentro. Meditar un poco y sacar cuanto antes los pensamientos destructores de mi mente inquieta. Preguntarme siempre, ¿qué hay que aprender de todo esto? La lista es larga pero hay un aprendizaje que he valorado montones en estas semanas. Lo resumí en una frase que retumba en mi cabeza con la certeza de un axioma. Para lidiar con los imprevistos, hay que aprender a moverse en la incertidumbre. Ha marcado mi pauta estos días. Así nada es inesperado, porque no espero nada. Todo simplemente es... Cuando la consigna ha sido soltar el control, una va teniendo cierta experticia en este arte. Bajar el ritmo, ver las cosas con más calma y atención... Julio 25 de 2013 Ahí quedaba mi entrada en punta hace unas semanas, con más preguntas abiertas que respuestas. Entonces leí algo que desde la posibilidad de la polisemia, me ayudó a

Nuevo ritmo vital

Lo más difícil es decir y aceptar que "no puedo". Tener que bajar el ritmo por obligación, soltar el control y reconocer que, simplemente, hay cosas que hacía antes con facilidad y me hicieron destacarme, ser admirada y "salvar la patria" tantas veces, que hoy "no  puedo". Al hacerlo, siempre se atora en mi garganta un masa inmensa y viscosa que imagino de color negro, con la apariencia y la textura del aceite quemado, que no me deja hablar y hace que duela mi cabeza. Sólo se deshace cuando corren algunas lágrimas y comprendo que es un asunto de ritmos. Mi danza existencial ahora es más lenta y cuidadosa. Ya no es desenfrenada e imprecisa con rifts de guitarra eléctrica o beats de mezclas. Tengo otra banda sonora que siempre me gustó y ahora se destaca. Como un jazz que huye a la monotonía, me voy volviendo creativa en mis movimientos, abierta a la improvisación que tanto evité en otros momentos de mi vida. Uno de los escenarios que más me cuesta e inclus

Envidio los árboles

Entre querer y no poder, se debaten mis días. Las cosas más sencillas se tornan faenas imposibles. Escribir unas palabras, comer un bocado, incluso a veces me cuesta dar la mano o señalar algo. Hay momentos en que la frustración hace que cierre mis puños intentando controlar en vano el temblor involuntario. Aunque hago fuerza, se mueven como las ramas de un árbol que no pueden resistirse al vaivén que les produce el viento. Al final del día, veo los pequeños músculos tensionados que sobresalen bajo mi piel y duelen un poco. Suelo preguntarme si ese vaivén también desespera a los árboles, si sienten como yo, el cansancio en sus extremidades que se balancean de un lado a otro, de arriba a abajo. Me inquieta saber cómo sienten las tormentas, si les pasa como a mi que en días tormentosos. el aumento súbito del movimiento trastoca mi espíritu y me quiebra como las ramas delgadas que caen al piso en un aguacero. Quisiera volverme árbol por un día, a ver si aprendo la forma como aceptan lo in